Lean los envases donde dice “Ingredientes:” y la “Información Nutricional”

 

Ingredientes: tomate, remolacha amarilla y chirivía del huerto familiar, porotos marrones y un poco de aceite y sal 


Lean con mucho cuidado los envases en donde dice “Ingredientes:” y el cuadro nutricional donde informan los porcentajes de proteína, grasa, sal, etc. Esos dos lugares del paquete, “ingredientes:” y la “información nutricional” son los únicos espacios regulados y con valor legal judicial. En lo demás la publicidad es libre y se puede indicar lo que sea para promover el producto.


En “ingredientes:” el orden en que aparecen los ingredientes responden a los porcentajes de cada uno y debe ir de mayor a menor. Miren atentamente los primeros 4 o 5, pero tampoco pierdan de vista los del final de la lista, porque si bien son de bajas cantidades ahí es donde viene la larga lista de productos artificiales para saborizar y conservar.


Como soy consumidor de jengibre (porque me gusta y porque es antivirus, antibacteria, antinflamatorio, muy recomendado para gripes y otras virales) miré con entusiasmo un paquete de galletas que decía “Galletas de jengibre”. El paquete tenía imágenes del jenjibre, lindos colores y prometía una gran experiencia gastronómica. El entusiasmo me duró poco cuando leí “Ingredientes:” decía textual “Harina de trigo (gluten), azúcar, aceite vegetal (karité, coco, nabina), jarabe de azúcar, gasificante, clavo, canela, jengibre (0,23%), sal, aroma.”


¿Cómo pueden llamarles “galletas de jengibre” si contienen solamente 0,23% de ese ingrediente? Es legal porque el envase puede decir cualquier cosa, salvo en los datos de ingredientes y nutricionales. Igual, puede haber “errores”. Por ejemplo en esas galletas en datos nutricionales dice “por cada 100 gramos, Sal 1,6 gramos”. Esto es 1,6% de sal, pero en la lista aparece detrás del 0,26% de jengibre. Es decir, el orden de la lista tiene errores, el jengibre debería estar detrás de la sal. Quizás ser el último ingrediente y poner muy en evidencia de qué va la realidad de esas galletas (15% de grasas, 35% de azúcares, 32% de harina).


Otro ejemplo son los polvos para preparar “chocolatada”. El cacao (chocolate al fin y al cabo) no es barato, aunque el azúcar sí es barato. Lean los envases, “ingredientes:”, ¿cuál es el primero?, ¿azúcar o cacao? Lean luego el porcentaje de azúcar en 100g. En la tabla nutricional dirá “de los cuales azúcares” y tal vez lean 75g de azúcares. El cacao natural casi no contiene azúcares, es extremadamente amargo, entonces esos 75 g de azúcar en 100 g de producto son azúcar añadido, ya sea en forma de azúcar común o la suma de muchos azúcares tipo fructosa o maltosa, todos de muy bajo costo. En esa “chocolatada”, ¡¡les están vendiendo 75% de azúcar!!! Está todo bien, es legal, pero no crean que están tomando mayoritariamente cacao.


Otro producto más: algo con frutos secos en forma de pasta para untar sobre el pan. Por ejemplo que diga en el frente del envase “¡Comé sano! Almendras para tu desayuno”, y que en “Ingredientes:” nos encontremos con “azúcar, aceite vegetal hidrogenado, almendras seleccionadas (11%), espesantes, etc.”. En vista de la promesa en el frente del envase creeríamos desayunar con almendras molidas pero de lo que más tomaremos es de azúcar y grasa hidrogenada, y sólo un 11% de almendras.


Al leer esto un amigo desde Suecia me envía la foto del envase de "galletitas de almendras" que compra. Ingredientes: harina de trigo, azúcar, aceite vegetal (shea, coco, canola), agua, almidón modificado, agentes de levado (E450, E500, E503), huevo en polvo. leche descremada en polvo, aroma a almendras, vainillina, sal, aroma natural. Dice que son sabrosas y que tienen gusto fuerte a almendras, por lo cual estaba convencido de estar comiendo almendras, pero sólo tienen aroma a almendras. Me dijo que además como fue en Suecia pensó que estas cosas no podían ocurrir. Sí, claro, ocurren igual en todo el mundo. Es un fenómeno mundial, y en mi opinión mundiales son también las consecuencias.


Estos ejemplos nos muestran en parte lo que muchos médicos y nutricionistas alertan acerca de “los azúcares y las grasas ocultas”.


No es un engaño, está claro en dos lugares del envase, basta con leerlos.


Por esto es que donde más cuidado hay que tener es en los lugares donde se compra comida sin envases ni rotulación. Hay que prestar mucha atención a la calidad y seriedad de quien les está sirviendo comida. En esos casos no sabemos qué ingredientes ni qué aditivos usaron, y con la excepción de una intoxicación grave es imposible hacer un reclamo.


Un buen trabajo práctico para el entrenamiento del consumidor es leer los envases de los helados. En muchos, en los primeros ingredientes compiten por igual la grasa hidrogenada y el azúcar. En algunos, no se asusten, su vista no los engaña, no existe una sola fruta en “ingredientes:” aunque en el paquete prometan maravillosos sabores tropicales y muestren fotos de frutas que se nos hace agua la boca. No, en la lista de ingredientes no están, ¿se las olvidaron?, no, se reemplazaron por saborizantes y colorantes “idéntico al natural” como dice en algunos envases. Todo es legal y hay controles, los productos que no cumplen con la lista de ingredientes se multan y se sacan de mercado. El tema es que la legislación es muy amplia y permisiva en cuanto a saborizantes, espesantes, conservantes y colorantes artificiales, y al libre albedrío publicitario.


“Ingredientes:” y el cuadro nutricional muchas veces son poco visibles. Cuando se quieren ocultar aparecen en un pliegue del envase y es frecuente también que la combinación de colores de fondo y letras haga difícil su lectura. Un rojo de fondo con letras rosado oscuro, o verde sobre verde son casi imposibles de leer sin mucha luz. En general, no es recomendable comprar un producto cuando cuesta encontrar o leer los ingredientes y el cuadro nutricional. Algo raro está ocurriendo para que no haya transparencia en la información legal.


Desde el consumidor, falta muchísima educación en alimentación y salud, con lo cual es mínima la cantidad de personas que lee los envases antes de comprar. Entonces, la guía principal de compra es la experiencia del paladar y el agrado a la vista de un embalaje bonito: “¿qué gusto tiene?”, “¿es sabroso?”, “es el mismo de la tele”, “cuántos colores, qué bonito envase”.


Me gusta el jugo de uva tinta, que si es bueno tiene sabor muy parecido al vino tinto pero sin alcohol. Estaba en un supermercado eligiendo vino tinto y al ver uno “sin alcohol” me tenté y cargué dos botellas en el carro de compra. Al rato, por suerte antes de pagar y salir, se me ocurrió que no había leído los ingredientes, quizás autoengañado por las ganas de tomar jugo de uva. La etiqueta decía, textual, copiado de la foto que tomé: “Ingredientes: agua, azúcares, acidulantes: ácido cítrico y E-296, colorantes: E-122 y E-150d, zumo de manzana (a partir de concentrado 1,9%), extracto de uva, conservantes: E-202 y E-211, edulcorantes: E-952 y E-954, aroma de manzana. El E-122 puede tener efectos negativos en la actividad y atención de los niños. Sin gluten.” Parece más un protocolo de ensayo de química de la escuela que una bebida. Algo raro es que, teniendo como principal ingrediente azúcares (segundo en la lista después de agua) además contenga edulcorantes. Ah, ya veo, se promociona como de bajas calorías.


Interesante la frase de advertencia en el envase “El E-122 puede tener efectos negativos en la actividad y atención de los niños.” responde a estudios en donde se demostró que los colorantes artificiales provocan hiperactividad en un alto porcentaje de niños. Es posible que la cantidad de colorante en ese jugo sea enorme, por eso la advertencia. Hay que tener mucho cuidado con lo que se da a los niños, simplemente porque su peso corporal es bajo y lo que sería una dosis de nada para un adulto puede ser significativa para un niño. La misma cantidad de un refresco con colorante puede no poner riesgos para un adulto de 70 kg pero sí para pequeños de menos de 20 kg. Cuanto más pequeños mayor el riesgo; y además, si no se controla, seguramente el producto está diseñado para satisfacción inmediata e invita a consumir mucho.


Alguna vez alguien escribió que existen ofertas gastronómicas con muchos ingredientes artificiales cuyo diseño se basa en encontrar un lugar donde vender productos químicos o residuos. Un ejemplo es el del suero de leche agregado en algunas aguas saborizadas u otras bebidas. El suero de leche es un compuesto biológicamente muy activo que produce daño ambiental y un olor insoportable cerca de las fábricas de queso. Los procesadores de lácteos tienen que prever dispositivos especiales de descontaminación antes de tirar esas aguas al ambiente. Unos gramos en cada botella, y millones de botellas que van a consumo pueden ser la solución. Hasta puede subirse el precio del producto argumentando que tiene algo especial, pero es sólo un residuo.


No se equivocan si imaginan que leo todo y de lo que no conozco busco info para ver de qué se trata. En muchas oportunidades se me ha dicho: “otra vez leyendo los paquetes”; “dale, qué te puede hacer eso”. Cuando leo los envases estando con otras personas se preocupan, preguntan “¿qué pasa, hay algo malo?”. El tiempo me llevó a ser prudente y no revisar rótulos en casa ajena ni en reuniones sociales, porque o se ponen agresivos defendiendo sus hábitos o se preocupan demasiado y hay que dar explicaciones que están fuera de contexto y de lugar. Tampoco es recomendable meterse en detalles de ingredientes y salud en la mesa cuando se come. De lo contrario pueden darse situaciones muy feas. Haya lo que haya sobre la mesa está ahí para alimentarse y disfrutar del momento social, y con moderación y tomando cantidades pequeñas es raro que algún alimento ultraprocesado haga mal.


No cabe duda de que hay presión social hasta en la mínima actitud de informarse y tener pensamiento crítico con los alimentos. El sistema de hábitos colectivos es tremendo. Es como la corriente de un río de gran pendiente y gran caudal al momento de deshielo, como aquel en Alaska que en forma maravillosa describe Jack London en su novela “A Daughter of the Snows”. El colectivo de hábitos sociales inmediatamente detecta algo distinto y reacciona buscando preservar las costumbres. Durante una beca pasé una temporada viviendo en casas de estudiantes en Dinamarca, en donde tuve mucha actividad social. Un día alguien celebraba algo y entre otras cosas había helado en abundancia. Yo no quise tomarlo, había comido mucho y además hacía un tiempo ya que encontraba que el helado no era bueno para mí. Entonces alguien dijo “¡¡Alejandro no toma helado!!” y otros se alertaron, dije “no quiero, no me gusta” (no debí haber dicho no me gusta), a lo que otro dijo con énfasis y algo de agresividad: “qué extraño sos, cómo puede no gustarte el helado, muy raro”. Me sentí realmente amenazado. Todos habíamos tomado algunas cervezas pero no demasiadas, y tal vez en otra situación no lo hubiesen externalizado, pero en ese momento su espontaneidad y sinceridad fue total.


Creo que el auge de los vegetarianismos y otras tendencias en alimentación saludable han sido posibles en la medida que fue creciendo la independencia de las personas como individuos. Por esta independencia es que las alternativas alimenticias son un fenómeno relativamente nuevo como masivo, y por suerte en crecimiento.


Hasta la próxima y no se pierdan ese entretenimiento extraordinario que es descubrir ingredientes y propiedades nutricionales. Bon apetit.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¿Actividad física o alimentación saludable?

Presentación del Blog

Kale y otras coles, ¿son de verdad tan nutritivas y curativas?